ZENIA, “Violencia, ¿de qué género?”, en A Zenia le gusta escribir, 9/02/2012.
Pues no sé qué decirte. Una diputada del PP monta el escándalo por denominar violencia familiar a la violencia ‘de género’, y otra del SOE le responde que la violencia debe ser “de género” (la violencia que trata de prevenir esa ley tan especial que tenemos) porque es cuando le pegan a la mujer por serlo, y responde a años de supremacía del varón, frente a la que las mujeres han de estar defendidas. Y no digo que no hayamos de estar defendidas las mujeres, que conste, pero…. cuando a alguien le pegan, torturan o maltratan en su propia casa ¿es de verdad tan importante el motivo?
Quiero decir que si te pegan por ser mujer todo el mundo se rasga las vestiduras, y hay una ley especial, que castiga con especial dureza al agresor.
¿Y si te pegan por ser un niño pequeño? ¿y si te pegan por ser un anciano? ¿y si te pegan por tener una minusvalía? ¿y si te pegan porque alguien ha perdido los papeles, sin más motivo?Una vez, discutiendo con
una feminista acérrima, me espetó que para esos casos ya estaba el Código Penal. Y sí, está, ¡nada más faltaba que no estuviera! Pero mi pregunta sigue siendo por qué la ley castiga con mucha más dureza pegar a una mujer adulta, que pegar a un niño pequeño, a un anciano o a una persona minusválida, que al fin y al cabo no tienen por sí mismos los recursos para defenderse que pueda tener una mujer hecha y derecha.
«Desde luego toca YA que la susodicha leyecita sea sustituida por una Ley que proteja de verdad de la violencia doméstica a TODOS, sea quien sea el/la víctima, y sea quien sea el/la agresor/a. Entonces estaremos hablando de justicia y de no discriminación, antes no.»
Y no, antes de que alguna me ladre, no estoy justificando en absoluto la violencia contra las mujeres, ni criticando que se castigue, sólo quiero dejar constancia de que la “Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia ‘de Género’” me huele a chamusquina. Para empezar se carga directamente el artículo 14 de la Constitución Española (está recurrida por ello, pero pueden pasar años…) nadie puede ser discriminado por razón de su sexo, y en la susodicha ley, que por una razón personal tuve que leer detenidamente hace tiempo,
se da por sentado que el agresor es varón y la víctima es mujer. Siempre. Tanto que, cuando hace referencia a las parejas homosexuales, sólo ampara a una mujer que haya sido golpeada por su señora, y no a un varón que haya sido golpeado por su marido. Rizando el rizo de la excentricidad. Por supuesto nada que decir si la agresora es mujer y la víctima su marido, hijos, padres…. para todos esos casos,
como me dijo aquella feminazi “ya está el Codigo Penal”. Pues muy bien.
Pero es que
además se carga de pleno la presunción de inocencia. No tengo más que ir a una comisaría y decir que Fulanito de Tal, con quien estuve saliendo hace unos ocho años me ha visto por la calle y me ha dado un empujón, para que ese hombre sea detenido, esposado, encerrado en un calabozo y puesto a disposición judicial.
Sin pruebas, sin testigos, sin ningún daño físico, sin nada más que mi palabra y ni siquiera contra la suya, porque él no puede decir “esta boca es mía” hasta que no esté delante del juez, y eso sucede después de la detención y el calabozo, maldita la gracia. Claro está que lo más probable es que el juez le deje en libertad, y la denuncia pase a formar parte de ese 70% (sí, he dicho bien, 70%) de denuncias por malos tratos a mujeres que se archivan directamente por no considerarlas fundadas.
Pero el mal ya está hecho. Si fuera al revés, si Fulanito de Tal me acusara de haberle dado un empujón en la calle y quisiera denunciarme, probablemente todo el mundo se reiría de él, y aunque fuera verdad y lo hubieran visto veinte personas dispuestas a testificar, lo más que recibiría yo sería una citación judicial y un “chica mala, multa de 10 euracos” por parte del juez y eso en el peor de los casos.
Por ser mujer.
Y qué queréis que os diga, me jode. Porque hay hombres en este mundo a los que quiero mucho y no me parece bien que una ley democrática les depare un trato tan indigno; y porque el corporativismo “de género” me repatea desde las entrañas.
Yo no pienso defender a una maltratadora, a una estafadora, a una ladrona o a una asesina sólo porque tenemos en común que ambas somos mujeres, hasta ahí podíamos llegar. Pero por sorprendente que parezca, hay mujeres que sí defienden a ese tipo de elementas, alegando que “todas somos mujeres y nos hemos de defender entre nosotras”. Pues no, no me da la gana, mire usted. Y soy tan mujer como la que más.
Por otra parte, lo de “ellos nos tuvieron subyugadas y humilladas durante siglos” y ahora hay que dar la vuelta a la tortilla, pues me parece la excusa perfecta para que nuestros tataranietos dentro de cien años estén puteando otra vez a nuestras tataranietas con la excusa de que ellas lo hicieron antes. Quizá yo he tenido la suerte de que nunca he sido subyugada ni humillada por ser mujer, y aunque está claro que otras sí lo fueron, no me parece bien que paguen el pato por ello mis contemporáneos varones, que han nacido varones como otras nacimos mujeres y no son responsables de cosas que pasaron antes de que ellos nacieran. No toca dar la vuelta a la tortilla, toca que esa tortilla desaparezca de una vez por siempre.