Aragón Digital, “Falsas denuncias”, José Sánchez Rodríguez, Cartas al director, 16/07/2012.

«Es la situación mas embarazosa por la que he pasado nunca. No ha sido nada fácil tomar esta decisión pero al encontrarme con la soga al cuello y no encontrar una mano amiga que la corte, me ha llevado a ello. Hasta hace un poco más de cuatro años mi vida era como la de cualquiera, tenía una familia, un hogar donde vivir y sobre todo a mi hija, que es lo más preciado que poseo.»

La vida me tenía deparada una sorpresa que la mayoría de mis amigos veían venir pero que a mí, una venda en los ojos, no me dejaba ver. Ella quería separarse y alguien, como les ha pasado a muchos otros, le asesoró que la mejor forma y mas rápida era presentar una falsa denuncia de maltrato y así poder quedarse con todo rápidamente. Ese día me vi en un calabozo, yo que nunca había tenido problemas con la justicia, ni siquiera una sola multa de tráfico…

Me vi con unas medidas cautelares que me imponían un régimen de visitas a mi hija, que me quitaban mi casa y además tenía que pasarle una manutención.

Pero lo más duro vino unos meses después, ya que debido a varias enfermedades, pasé de trabajar a ser pensionista por invalidez. Tomo más de 30 pastillas diarias, además de la insulina. Mis ingresos fueron reducidos a la mitad y lo peor de eso es que tenía que hacer frente a todos los pagos de los préstamos que teníamos del matrimonio y que ella, a pesar de que dice que son gananciales, se ha negado a pagar.

Ahora vivo con mi madre, está enferma, no se puede valer por sí misma y tiene 89 años. Todos los meses tengo que buscar dinero para hacer frente a los pagos y evitar una embargo. No puedo dormir y algunas de mis enfermedades, por ejemplo la diabetes, ha empeorado bastante. No puedo llevar una vida más o menos normal gracias a los golpes que ella me propinó, no puedo permanecer mucho tiempo sentado y menos de pie teniendo que tomar varias pastillas de morfina para mitigar el dolor, mi hija que por entonces contaba 8 años fue testigo de ello.

Mi ex vive con su pareja en la que fue mi casa y de la cual pago la hipoteca. Nunca me ha gustado pedir ningún favor a nadie, pero las circunstancias me obligan a ello. Es muy triste verse así, ver cómo tu hija te dice “no llores papá que esto se va a solucionar”. Se derraman muchas lágrimas y si mi madre me faltara, ¿qué sería de mi?.

He vendido muchas de mis pertenencias, pero no hay ni un solo mes en el que pueda respirar tranquilo.»

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