Berta GONZÁLEZ DE LA VEGA, “Las hambres distintas”, El Mundo, 31/10/2014.

«Justus tenía siete años cuando, en el vertedero de basura que consideraba su casa, en Kigali, se le acercó la señora Effiong, de mediana edad, negra, de New Rochelle, Nueva York. Al grupo de niños que buscaban comida allí, que vivían en un coche abandonado, entre cartones, que llevaban más de un año sin saber del agua como método de higiene, les preguntó que qué querían. Unos dijeron que comida, otros que dinero y Justus dijo que quería ir al colegio «como otros niños»... Ahora, con 22 años calculados sin papeles, ha entrado de novato en Harvard.»

‹No sé el nombre de una chica de 29 años de la provincia de Cádiz a la que su padre le tiene que pasar, obligado por los tribunales, 500 euros mensuales para poder comer. Eso es la pensión alimenticia. El juez, además, ha dicho que lo tendrá que hacer por dos años más, hasta que la chica o mujer adulta, como prefieran, encuentre trabajo o acabe sus estudios. El abogado del padre dijo que, con 29 años, no se puede seguir siendo una niña de papá, pero el juez no lo ha visto así.»

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«Justus tenía siete años cuando, en el vertedero de basura que consideraba su casa, en Kigali, se le acercó la señora Effiong, de mediana edad, negra, de New Rochelle, Nueva York. Al grupo de niños que buscaban comida allí, que vivían en un coche abandonado, entre cartones, que llevaban más de un año sin saber del agua como método de higiene, les preguntó que qué querían. Unos dijeron que comida, otros que dinero y Justus dijo que quería ir al colegio «como otros niños». Tenía dos años cuando la guerra civil de Ruanda le dejó sin padres, ambos tutsis. Clare Effiong lo metió en el taxi, le buscó casa y se encargó de que no le faltara ningún material escolar. Así lo hizo. «Tenía hambre de colegio», explica. Enseguida destacó en ciencias. Ahora, con 22 años calculados sin papeles, ha entrado de novato en Harvard. En sus años en Ruanda, además de estudiar, ayudó a organizar comedores escolares.

No sé el nombre de una chica de 29 años de la provincia de Cádiz a la que su padre le tiene que pasar, obligado por los tribunales, 500 euros mensuales para poder comer. Eso es la pensión alimenticia. El juez, además, ha dicho que lo tendrá que hacer por dos años más, hasta que la chica o mujer adulta, como prefieran, encuentre trabajo o acabe sus estudios. El abogado del padre dijo que, con 29 años, no se puede seguir siendo una niña de papá, pero el juez no lo ha visto así.

No me extraña. Vivimos en un país donde sube como la espuma una formación que, además de recoger la más que justificada indignación contra los hediondos partidos mayoritarios, promete dar una paga de 600 euros a todos los españoles. Seguro que la chica de la sentencia está encantada. Con un poco de suerte, en un par de años, si gana Podemos, le puede tocar la paga universal y ganar 100 euros respecto a la paterna.

Uno de los ingredientes de la subida de Podemos es decirle a la gente que tenemos un Estado de Bienestar en la ruina y que el Gobierno ha hundido en la miseria más absoluta a muchas familias -en este punto cabe puntualizar que este país es el que menos cree del mundo que el futuro dependa de cada uno de nosotros-. Aquí, hay europeos que cargan maletas con medicinas porque son mucho más baratas que en sus países. Tenemos una sanidad que va a trompicones pero que coloca, por ejemplo, las mismas válvulas cardiacas que en la Clínica Mayo. Una educación que pudiera ser mejor pero es gratuita y cada barrio tiene su cole.

Justus Uwayesu tenía hambre de colegio. En España, durante un par de décadas, nos saciamos en una barra libre a crédito, con medicinas del abuelo pensionista para todos y carreras universitarias que duraban una década. Hay niños pasándolo mal en esta digestión tan larga. Hay otros, incluso de casi 30 años, que se creen con derecho a que siempre sea alguien quien les arregle la vida. Incluso puede que casi un país entero piense así. Que ni valore los esfuerzos de alguien que ha salido de un vertedero y ha acabado en Harvard. Para qué tanto, si nos puede caer de nuevo el maná del cielo. A todos, porque para eso somos la generación mejor preparada de la historia de España. Para qué nos vamos a preparar es otra cuestión.»

http://www.elmundo.es/andalucia/2014/10/31/54533e8bca47410a498b456d.html